Chris van Dam

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SILVICULTURA SOCIAL Y PARTICIPACIÓN EN AMÉRICA LATINA

                                                                                         

En América del Sur, los primeros proyectos de silvicultura social datan de los años ’80. En ese entonces estaba en su apogeo la discusión de los científicos sociales sobre cómo hacer ciencia, y el paradigma era la investigación participativa o investigación-acción. Esta corriente también atravesaría los primeros proyectos forestales campesinos generando la búsqueda de instrumentos metodológicos para promover espacios de participación. En el mundo andino, e incluso probablemente también en las tierras bajas, las corrientes anglosajonas basadas en diagnósticos participativos (DRP, SRR, etc.) nunca tuvieron mucha influencia. La cuestión de la participación fue focalizada básicamente en los instrumentos de planificación de los proyectos a nivel local. Los proyectos forestales andinos fueron pioneros de esta corriente de “proyectos comunales forestales” que luego culminaría en el PAC (Planificación Andina Comunitaria).

Estos planes comunales presuponían diagnósticos de la problemática comunal, realizados por los campesinos con la ayuda del extensionista, mayormente acotado a “lo forestal”. A partir de ese diagnostico, la comunidad planificaba diversas actividades, viveros comunales o multifamiliares, practicas agroforestales, pequeñas plantaciones mono específicas, elaboración de planes de manejo y aprovechamiento, transformación y comercialización de productos forestales no madereros, y ocasionalmente actividades complementarias a la actividad forestal, pequeñas obras de riego, huertos, obras de conservación de suelos, etc.

Es indudable que como fruto de estos proyectos comunales se han logrado establecer miles de viveros forestales, decenas de miles de hectáreas de plantaciones y de prácticas agroforestales, e incluso hay miles de hectáreas de bosque bajo manejo, especialmente en la Amazonía. La pregunta que debemos hacernos aquí es cuan participativa fueron y son estos procesos, en qué medida responden a las necesidades y demandas de las comunidades y finalmente cuan sostenibles son.

Algunas de las limitaciones a la participación tienen que ver con el contexto institucional y con las herramientas que los “proyectos” hemos desarrollado para promover la participación, pero también hay limitaciones inherentes a los proyectos forestales:

  1. En primer lugar, la misma naturaleza forestal de nuestros proyectos, por el cual aislamos al árbol del resto de la naturaleza y del sistema productivo. De partida, ello impide un dialogo basado en códigos compartidos con el campesino, que tiene una visión holística del medio ambiente y de su sistema productivo. El desarrollo ulterior de conceptos como agroforestería, uso múltiple del bosque, manejo integral, etc. solo parcialmente logran modificar esa visión.
  • Si a ello agregamos la poca “tradición” forestal que tienen los pueblos andinos e incluso los pueblos amazónicos y chaqueños, en los cuales no se encuentran demasiados indicios de una práctica de forestación o de manejo del bosque como la entiende la ciencia forestal, las propuestas técnicas -establecimiento de viveros, formas de propagación y plantación, sistemas agroforestales, técnicas de inventario, planes de manejo, etc.- son el producto casi exclusivo de los técnicos del proyecto. En otras palabras, la contribución de los pueblos indígenas y de las comunidades campesinas a la propuesta técnica es poco significativa.
  • La falta de extensionistas idóneos, bien remunerados, capacitados para promover procesos participativos también es una limitación adicional. La necesidad de producir resultados. tangibles en los tiempos previstos[1], aunado a sentimientos de superioridad del técnico frente al campesino, a menudo hace que el espíritu participativo del proyecto se quede en el discurso institucional o termine siendo un rito sin contenido.
  • Una cuarta limitación viene dada por los propios instrumentos de planificación que hoy se utilizan: aunque sencillos para nosotros, siguen siendo demasiado complejos para muchas comunidades donde a los problemas de manejo del castellano, se agrega la falta de experiencia con estos instrumentos, absolutamente extraños a su cultura y a su racionalidad y que inviabilizan un uso cotidiano, autónomo y colectivo por parte de la comunidad

Proyectos forestales y espacios para la participación

Los proyectos en sí mismos, como “instituciones”, no son instancias naturales de participación. La participación es creada, es provocada, es promovida por el proyecto. Mas que participación a secas, debiéramos hablar de espacios o ámbitos para la participación.

En el caso de un proyecto forestal, los espacios de participación suelen reducirse a:

  1. la elección del sitio a forestar (y donde se establecerá el vivero) o los sitios a ser aprovechados
  2. la elección de las prácticas agroforestales a establecer
  3. la decisión sobre la cantidad de plantas a producir/establecer/extraer
  4. la elección de las especies (dentro del rango limitado aconsejado)
  5. la decisión sobre el “cuando” (a veces)
  6. la decisión sobre las formas de organización y quienes participan de las tareas
  7. la forma en que serán distribuidos los beneficios al interior de la comunidad

Mientras que el proyecto (Servicio Forestal, ONG, Proyecto CTI, etc.) se reserva para sí las siguientes decisiones:

  • la decisión con relación a la oportunidad de realizar o no el proyecto
  • el diseño del proyecto y de los planes operativos/estratégicos
  • la selección del personal técnico
  • la identificación de las comunidades con las cuales se trabajará
  • la metodología de intervención (extensión, capacitación), que entre otros especifíca las metodologías participativas y los espacios de participación
  • las formas de evaluación y el uso/retroalimentación de los resultados del proceso evaluativo
  • la administración y ejecución del presupuesto
  • los incentivos o estímulos para que los campesinos cumplan con los objetivos previstos
  • la definición de la propuesta técnica
  • la decisión de continuar o de interrumpir el proyecto

Este rápido análisis no puede ser tomado taxativamente para todos los proyectos. Pero en pocas palabras refuerza la idea de cuan limitados son los espacios de participación creados por los proyectos. La pregunta que debemos hacernos es: ¿cuál es la finalidad última de la participación, de las metodologías participativas? ¿En qué medida pueden contribuir a modificar las relaciones de poder que los proyectos forestales establecen con las comunidades? ¿En qué sentido podemos hablar aquí de empoderamiento, democracia y gobernabilidad?

El bosque como punta de lanza para otros procesos…

Sería muy injusto, sin embargo, no reconocer que algunos proyectos forestales han logrado tener un impacto social y económico importante en nuestros países. Es el caso de aquellos proyectos que han utilizado el manejo y aprovechamiento de los bosques para reivindicar, asegurar o consolidar los derechos de los pueblos indígenas sobre sus territorios. Es el caso de algunos proyectos que entendieron la necesidad de contribuir a la formulación de políticas (forestales, de recursos naturales, de tierras, de desarrollo rural, etc.), políticas que modifican el contexto y establecen nuevas reglas de juego para las comunidades rurales. Es el caso de aquellos proyectos que desde lo forestal han promovido o fortalecido las organizaciones campesinas e indígenas, generando en ellos la capacidad de movilizarse, de reivindicar, de gestionar…

En muchos de estos procesos, los logros también pueden ser el fruto de largos y esforzados procesos de negociación, a veces incluso de hechos políticos no exentos de violencia (tomas de tierras, marchas hacia la capital, huelgas de hambre, etc.), procesos donde las “metodologías participativas” no parecen haber tenido lugar.

¿Qué hacer?

La critica a la posibilidad de generar espacios de verdadera participación desde nuestros proyectos no debe ser interpretada como una posición fatalista o una postura paralizante.

En este ultimo capitulo quisiera mencionar algunas propuestas para el futuro, algunas ideas para el debate o pistas que merecen ser transitadas y exploradas:

Abandono de la obsesión por las metodologías participativas

Si admitimos que existen fuertes limitaciones estructurales a una genuina participación de nuestras poblaciones-meta, que los espacios de participación que los proyectos logran crear son necesariamente estrechos y acotados, y que por lo tanto la clave no reside en buscar o diseñar mejores herramientas e instrumentos para promover esa participación, debemos una vez por todas abandonar este reiterado discurso de lo participativo.

La propuesta es empezar más bien a mirar el contexto, el de las relaciones de poder que  se establecen entre los diferentes actores, el de las políticas internacionales y nacionales, económicas y ambientales, que son las que producen los procesos de degradación y el empobrecimiento y exclusión que hoy afectan a  comunidades campesinas e indígenas por igual.

Transparentar nuestro discurso y nuestra relación con las comunidades

La invocación a lo participativo, como hemos señalado, esconde la verdadera naturaleza de nuestro vínculo con las comunidades, enmascara la relación desigual que existe entre los proyectos (y a lo que los proyectos representan) y los deseos, necesidades y prioridades de la gente. Hasta que punto ello además tiene un efecto adormecedor y amortiguador de la crudeza del conflicto social merecería la pena ser debatido.

Es tiempo de hacer más transparente nuestro discurso, reconocer junto con los campesinos las limitaciones del contexto, dejar de hablar de participación a secas y analizar cuál es la participación posible. Y empezar a explicitar cuales son nuestros objetivos e intereses institucionales, “desde que lugar hablamos y actuamos”, abandonando nuestro rol condescendiente y benefactor. De lo que se trata más bien es de establecer relaciones contractuales, donde quedan claramente definidos los compromisos de cada una de las partes en un proyecto que interesa a ambos,  reconociendo la diferencia de perspectivas, intereses y poder de decisión de cada uno.

Focalizar nuestros esfuerzos en la propuesta técnica

La participación esconde cómo se construye, de dónde surge la propuesta técnica. Abandonado entonces el mito o la ilusión de que la comunidad tiene una participación real en la definición de la propuesta técnica a llevarse a cabo (forestación, sistemas agrosilvopastoriles, manejo y aprovechamiento del bosque),  esto nos permite trasladar nuestras preocupaciones y nuestros esfuerzos al proceso metodológico que debiéramos seguir para definir las propuestas técnicas más adecuadas para una determinada comunidad o ecosistema, atendiendo a los diferentes criterios de sostenibilidad.

El concebir la propuesta técnica como el producto de la voluntad y de la decisión de ambos -proyecto y comunidad- no solo es engañoso, sino que diluye nuestra responsabilidad en el caso de un fracaso.

La configuración de propuestas técnicas que realmente reviertan la situación de privación, de inequidad (de género, social, étnica), la degradación de sus recursos naturales y de su sistema productivo, etc. este es el verdadero desafío que tenemos por delante. Sabemos cuán importante para ello son las experiencias de la gente, sus conocimientos, su tecnología, su relación con la naturaleza, su cosmovisión, sus sueños, etc. Pero también sabemos que sus deseos y necesidades están mediatizados por una serie de espejismos, valores e ilusiones que nuestra propia sociedad (occidental, de consumo, capitalista, como la querrámos llamar) demagógica e impúdicamente ha ido transfiriéndoles, a través de la escuela, de los medios de comunicación y de tantas otras formas. Ello refuerza aun más la tesis que este encuentro (el “tinkuy” de los Andes) está lejos de ser el encuentro de dos iguales, y que nuestra responsabilidad es mayor aún.

Contribuir a modificar el contexto

Una vez abandonada nuestra obsesión por mejorar la calidad de nuestras herramientas participativas, una vez hecha más transparente la relación entre el proyecto y las comunidades, lo que nos permite concentrarnos más en tener una propuesta técnica adecuada y que dé respuesta concreta a las necesidades de la gente, hay cuatro estrategias que debieran adoptar nuestros proyectos de silvicultura social para aportar a la modificación del contexto político y económico:

  • La de contribuir a la formulación de políticas (nacionales, regionales, municipales), que permitan empezar a modificar algunas de las limitaciones estructurales que hemos señalado en el primer capitulo
  • El fortalecer las capacidades de organización y gestión de las propias organizaciones campesinas e indígenas, lo que en el léxico se denomina empoderamiento y fortalecimiento de capacidades locales.
  • El asegurar la tierra y el territorio, y los derechos de uso y acceso correspondiente, para las comunidades campesinas y los pueblos indígenas: en toda América del Sur, la incertidumbre sobre la tenencia de la tierra es la mayor amenaza para la sostenibilidad.
  • Compensar adecuadamente a las comunidades campesinas y pueblos indígenas por los bienes y servicios ambientales que proveen al resto de la sociedad.

En conclusión, los procesos participativos y las metodologías participativas, tal como fueron concebidos, promovidos e implementados por los proyectos de silvicultura social en América Latina no tuvieron las consecuencias e impactos que se esperaban. Las razones principales, como se ha señalado en este trabajo, deben ser buscadas en las condicionantes del contexto politico y economico, y las limitaciones estructurales del “modelo proyecto”, la herramienta por antonomasia a traves de la cual la participacion ha querido promoverse.

El desafío, no cabe duda, es esencialmente politico. La pregunta es si tenemos la voluntad politica, la imaginación y los medios para ensayar los nuevos caminos que se nos abren.


[1]En los proyectos forestales, donde los procesos biológicos suponen procesos mas largos que en el caso de la agricultura, por ejemplo, también se dan incompatibilidades adicionales en los “tiempos”, los tiempos de los proyectos que a veces “terminan” antes que los arboles de la primera campaña hayan llegado a su madurez