Ineke Van de Pol

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La inclusión de la mujer en el desarrollo rural sostenible.

Con tanta alegría y cariño me recuerdo mi trabajo en el proyecto de Desarrollo Forestal Campesina en los Andes del Ecuador (DFC). El equipo de profesionales del DFC buscaba una forma participativa, abierta y creativa de trabajar con mujeres y hombres campesina para mejorar sus condiciones de vida, proteger el medio ambiente a través de actividades forestales, agrícola asociada, huertos familiares, promover la equidad de género y la organización campesina.

La involucración de la mujer campesina es y sigue ser una condición fundamental para tener resultados tangibles y sostenibles de los proyectos participativos de desarrollo.

Si bien ha habido avances en relación con la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer a nivel mundial en los últimos años, las mujeres y las niñas siguen enfrentándose a la discriminación y la violencia estructural.

¿Por qué el papel de la mujer campesina es tan fundamental en los procesos de desarrollo? Ella es la persona estable en la familia y la comunidad. Tiene un papel predominante en la producción de alimentos y garantizar la seguridad alimentaria familiar. Es además responsable para la recolección de productos silvestres, el acarreo del agua y la recolección de leña. También es la cuidadora de salud y tiene conocimientos del uso de las hierbas medicinales. Ella es una educadora que enseña a sus hijos y esta involucrada en actividades culturales como la organización fiestas tradicionales. Toda esta sabiduría la hace un agente económico y social importante.

Un ejemplo son las señoras de Chiquiribamba. En su huerto producen con mucho éxito flores y plantas para la ‘horchata’, el té Lojana que llegue hasta los mercados extranjeros. Esta actividad da un ingreso y aumenta la confianza de las señoras de tomar decisiones a nivel familiar y de la organización.

Actualmente vivimos en una compleja y difícil contexto. Por un lado, por el impacto de los cambios climáticos. Por otro lado, la pandemia de COVID-19 que tiene consecuencias para la familia, la salud y la producción agrícola. Todo eso afecta la posición y el papel de la mujer campesina.

Las alteraciones extremas del cambio climático afectan a todos, pero más aun a la mujer como principal recolector y usuaria de agua y combustible. Hay sequía en tiempos de lluvia o la precipitación es extrema. En tiempos de cultivos caen granizadas o llegan vientos fuertes. Estos cambios del clima afectan toda la zona rural, pero es la mujer que lleva la carga y pone ella en una posición vulnerable.

Ahora por el COVID-19 y sus consecuencias en las áreas de la salud pública y la economía, las mujeres rurales tienen que dar mas atención a la salud de la familia, en una situación compleja donde la desnutrición aumenta, la economía es sumamente débil y los ingresos familiares son limitados o faltan. Así se aumenta no solamente la pobreza rural pero también la violencia. Mas que un drama personal, el problema de la violencia frena el cambio y el desarrollo. 

Por motivos económicos y sociales, proyectos de desarrollo deben dar atención a la equidad entre hombre y mujer. Brindar a las mujeres y las niñas acceso a la salud y facilitar su participación en los procesos de toma de decisiones, impulsará economías sostenibles y beneficiará a ella, la familia y a la comunidad. La inclusión de la mujer campesina en el desarrollo rural es el primer paso hacia una sociedad mas equitativo y sostenible.

Ineke van de Pol, diciembre 2020